sábado, 3 de marzo de 2012

PÁRABOLA DE LOS GEMELOS






Dos gemelos fueron concebidos en un vientre. Pasaron las semanas y los gemelos fueron creciendo.
A medida que iban tomando conciencia, su alegría rebosaba y se decían uno a otro:
- Dime, ¿no es increíble que vivamos? ¿No es maravilloso estar aquí?
Los gemelos comenzaban a descubrir su mundo. Cuando encontraron el cordón que les unía a su
madre, y a través del cual les llegaba el alimento, exclamaron llenos de gozo:
- ¡Tanto nos ama nuestra madre que comparte su vida con nosotros!.
Fueron pasando las semanas y los meses. De repente se dieron cuenta de cuánto habían cambiado.
- ¿Qué significará esto?, preguntó uno.
- Esto significa que pronto no cabremos aquí dentro, le contestó el otro. No podemos
quedarnos aquí. Vamos a nacer.
Pero el primero objetó:
- No quiero verme fuera de aquí en ningún caso; quiero quedarme aquí para siempre.
- Reflexiona –le dijo su hermano- es que no tenemos otra salida. Quizás haya otra vida
después del nacimiento.
- ¿Cómo puede ser eso? –respondió con energía el primero- Sin el cordón que nos da vida, no
es posible vivir. Además, otros antes de nosotros han abandonado el seno materno y
ninguno de ellos ha vuelto a decirnos que hay una vida tras el nacimiento. No, no; al salir
se acaba todo. ¡Esto es el final!
El otro guardó en su corazón las palabras de su hermano y quedó hondamente preocupado.
Pensaba: si la concepción acaba con el nacimiento, ¿qué sentido tiene esta vida aquí? No tiene
ningún sentido. A lo mejor resulta que ni existe una madre como siempre hemos creído… Y luego
protestaba: ¡Debe existir!, de lo contrario, ya no nos queda nada.
- Pero, ¿has visto alguna vez a nuestra madre?, le preguntó su hermano? A lo mejor nos la
hemos imaginado; nos la hemos forjado para podernos explicar mejor nuestra vida aquí…
Así, entre dudas y preguntas, sumidos en profunda angustia, transcurrieron los últimos días de los
dos hermanos en el seno materno. Por fin, llegó el momento del nacimiento. Cuando los gemelos
dejaron su mundo, abrieron los ojos y lanzaron un grito: lo que vieron superaba sus más atrevidos
sueños.

(Citada en Selecciones de Teología, n.° 152 [1999] p. 306)
(Recogido en el libro “Al tercer día resucitó”, de José Ignacio González Faus, Ed. PPC [2001], p. 59)

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